Amanecer, se escucha el ruido de un grupo de niños que dan vida y color a la inmensidad del desierto del Tinduf al suroeste de Argelia, donde se asientan los campamentos de refugiados saharauis.
Con la música haul, riendo y jugando sobre el sol y la arena, allí se encontraba la pequeña Ezza con sus amigos.
Ezza es la pequeña de dos hermanos Mariem y Nayim. Su madre Eilaya se despide de ella, tiene que ir a trabajar al wilaya donde cose todos los días y tiene que recorrer un largo camino andando. Su padre Nekane, se dedica al pastoreo nómada y a la pesca por lo que pasa muchos días fuera de su hogar para conseguir alimentar a su familia.
Ezza vivía muy feliz y tranquila con su familia y su pueblo, le gustaban sus costumbres, cultura, gastronomía, no quería cambiar nada….
Gracias a la ONU, se estaban intentando resolver problemas como la escasez de alimentos y de agua que tanto hacía falta en estos lugares.
A la mañana siguiente, un grupo de jóvenes respaldados por el gobierno se instaló en el campamento y empezaron a construir casas, hospitales, colegios… Ezza no lo entendía, pero estaba muy contenta.
Tras cinco meses de lucha por construir ese futuro para aquellos habitantes, vinieron un grupo de personas para ayudar, enseñar sus conocimientos y así obtener ese derecho a la educación que tanto se merecen.
Así, Ezza fue a la escuela donde aprendió a leer, escribir, a relacionarse mejor con la gente… Pasaron los años y Ezza iba creciendo y formándose aún más, tomando conocimiento de la realidad en que vivía.
Tras unos años y gracias a la ayuda de estos jóvenes, Ezza se convirtió en una magnífica enfermera y ahora se encuentra trabajando en el hospital de su pueblo.
NOMBRE: CARMEN FERNÁNDEZ VÁZQUEZ
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