No sabía muy bien qué era lo que le había ocurrido, pero de pronto sintió la necesidad de contarlo a todo el mundo y que su aventura perdurara en la historia.
Todo ocurrió hacía unos días, Elena iba a bañarse al río como solía hacer cuando encontró en éste una botella con algo dentro. La curiosidad se apoderó de ella, así que la cogió y sacó de ella una especie de nota… No sabía muy bien de qué se trataba, así que corriendo fue a enseñársela a su familia. En su pequeña tribu africana nadie supo responder a sus dudas, pero Elena no dejó de buscar una explicación hasta que se le ocurrió que podría ser un modo de comunicación, similar al fuego que usaban ellos para señalar su posición a las tribus vecinas.
Pero ahora eran otras muchas las dudas que rondaban en su cabeza: ¿de dónde venía exactamente aquella nota? ¿Qué quería decir? ¿A quién iba dirigida?
Pasaron los días y esas preguntas seguían sin responder. Cuando la mayoría de personas de la tribu ya tenían el tema casi olvidado a Elena se le ocurrió una idea, ella inventaría un lenguaje para poder conversar de forma diferente, de forma escrita.
Al comentarlo entre sus conocidos más cercanos nadie la tomó muy en serio, pues, al fin y al cabo, solo era una niña de 12 años. Pero ella no hizo caso a las burlas y se puso manos a la obra. Cada día durante varios meses dibujaba pequeñas figuras con carbón sobre las paredes y los suelos, imaginaba qué podría significar cada uno de sus símbolos que combinados formarían cada una de sus historias. Estuvo un tiempo así hasta que por fin buscó un símbolo para cada una de las cosas que conocía, para cada objeto, cada comida, cada sensación y cada pensamiento.
Reunió a su pequeña tribu y les intentó enseñar qué significaba cada uno de aquellos símbolos que de forma más o menos coherente había inventado.
Tardó algún tiempo en que alguna de aquellas personas de mentes cerradas mostrara interés por el tema. No estaban dispuestos a utilizar una especie de lenguaje escrito que según pensaban no tenía ninguna utilidad.
Esos pensamientos cambiaron cuando una noche de frío el señor de la tribu encargado de buscar el lugar idóneo para la caza enfermó gravemente, solo él era capaz de saber en qué momento y en qué lugar podrían cazar algún manjar. Se basaba en la posición del sol, la dirección hacia la que volaban los pájaros, la temperatura del medio, la humedad del ambiente… y otros muchos factores difíciles de recordar.
Entonces se animó a utilizar el método de la escritura. Día y noche, durante varias semanas, estuvieron este señor y Elena trabajando en ello. Utilizaron dos paredes para escribir todas aquellas peculiaridades que hacían que se pudiera cazar en el lugar indicado y el momento indicado…
Pasado un tiempo, tuvo lugar la esperada muerte. Aún en este momento, los cazadores se negaban a descifrar las paredes de escritura, hasta que llegó el día en que el hambre llamaba a sus puertas. No encontraban el modo de dar con los animales a cazar…
En un momento de desesperación, optaron por descifrar el mensaje escrito. Con la ayuda de Teresa iniciaron su lectura y la puesta en práctica del mismo.
En efecto, el método dio resultado. Todas las pintadas fueron entendidas a la perfección y esta curiosa anécdota es la que provocó el interés de estas personas de la tribu por la palabra escrita y el saber. Así, en muy poco tiempo aprendieron a escribir anotando todo lo que hacían en las paredes de sus cabañas.
Años después, Elena ya era una mujer y notaba que aún habiendo introducido la escritura en su pequeña tribu le faltaba algo. A esas personas les faltaba mucho por aprender sobre la vida, los valores… les faltaba educación. Así, se le ocurrió montar una gran cabaña en que se enseñaran unas personas a otras todo lo que sabían; ésta sería la escuela, la primera en la tribu y en esa parte del país.
Puesta manos a la obra, fueron varios años los que tardó en inaugurar el centro, contando con la ayuda de otros hombres y mujeres de la zona. Contaban con unas mesas y sillas frente a una mesa mayor para el profesor, que enseñaría a los niños de la tribu, y unos folios para anotar aquello que iban aprendiendo.
Era el primer día de colegio, los más mayores enseñaban historia, otros enseñaban valores y cómo comportarse en la vida, otras recetas de cocina… Cada persona enseñaba lo poco que sabía para intentar dar a aquellos chicos un futuro mejor.
Y así fue como una mujer instauró la primera escuela en su tribu y siendo aún una niña ideó un lenguaje escrito para poder comunicarse en ésta.
Pero Elena aún no olvidaba el inicio de todo, aquel día en que encontró la botella misteriosa con el mensaje que dio lugar a su intento por lograr una educación para todos y el inicio de la escritura en su tribu. ¿De dónde procedía la nota? ¿Qué quería decir? ¿A quién iba dirigida? Eran preguntas que aún rondaban en su cabeza y dejó grabadas con su escritura en las paredes de la escuela.
NOMBRE: JOSE ÁNGEL JIMÉNEZ ROSA
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