NOMBRE: NATALIA GARCÍA-LIÑÁN MOLINA
FIN
En una finca de un pequeño pueblo de Córdoba,”El Pinar”, vivía una familia muy humilde, los padres trabajaban como caseros de la finca, tenían tres niños y una niña, Sergio de 27 años, Francisco de 25 años, Manuel de 23 años y la pequeña Luisa de tan solo 7 añitos. La casa donde se hospedaban no era muy grande pero siempre lo agradecían ya que la madre, María, todas las mañanas desde chicos les decían que tenían que dar las gracias porque al menos tenían un techo en el que refugiarse.
Los niños con el padre iban todas las mañanas a realizar las tareas del campo, eran muy duras pero nunca se quejaban.
Llevaban en esta finca desde que Sergio tenía tan solo un año, desde chicos ,Juan, el padre, les había enseñado todo lo que había que trabajar allí, se los llevaba con él para que si algún día el faltase fuesen ellos los que llevasen la finca para delante, ya que no podían permitirse perder el trabajo. Mientras ellos realizaban estas tareas, María se quedaba con la pequeña en casa realizando las tareas de su hogar y además tenía que limpiar y hacer la comida todos los días de los dueños de la finca y debía ir a comprar si así lo deseasen.
Los dueños eran de un alto nivel económico, todos los fines de semana organizaban eventos para poder reunirse con todos sus familiares. Eran jóvenes y tenían dos niñas de 16 y 10 años, a las niñas nunca se les veía por la finca ya que por la mañana, cuando María iba a limpiar la casa (que se llevaba a Luisita para no dejarla sola), las niñas estaban en la escuela. Luisita no las conocía, solo sabía de ellas por fotos que veía en su grandísima casa todas las mañanas. María decía que Luisita siempre se quedaba frente a las fotos, mirando lo limpias que siempre estaban y la ropa tan bonita que llevaban. Tenían una sala de juegos en la que María le tenía prohibido entrar, no quería que se diese cuenta de todo lo que a ella no le habían podido comprar y todos los juguetes de los que ella no había podido disfrutar.
Luisita era la única niña de la casa y no tenía apenas muñecas ni nadie con quién jugar porque sus hermanos nunca les hacían caso, les decían siempre que le dejase en paz, que querían descansar después de haber pasado toda la mañana en el campo.
Una mañana de verano, como todas las mañanas cada uno estaba realizando su trabajo, pero esta vez en la casa de los dueños estaba la niña de 8 años, Pilar, estaba enferma por lo que no pudo asistir a la escuela. De repente sonó el timbre, era una mujer extraña. Luisita le preguntó a su madre que quien era que no la conocía y la madre le dijo que era la profesora que iba a impartirle clases a Pilar mientras estaba enferma para no perder el ritmo de la clase. Para Luisita algo había cambiado, se había quedado toda la mañana callada pensando en porqué había tanta diferencia entre Pilar y ella si eran casi de la misma edad.
Meses más tarde, Luisa se enteró que la enfermedad de Pilar era más grave de lo que pensaban y que no iba a poder asistir a clase durante muchos más meses, por lo que tenia que quedarse en casa todo ese tiempo.
Luisa estuvo toda la noche dándole vueltas a la cabeza, necesitaba ver a Pilar, quería que fuesen amigas, ya que Luisa se sentía sola en la finca, no tenía con quién hablar y a quién contarle todo lo que cualquier niña desearía hablar con una hermana o una amiga. Quería mucho a sus hermanos, pero siempre dijo que le hubiese gustado tener una hermanita porque en la casa a ella no la entendían, era como la mimada y la última de la casa en todo.
Luisa no perdió el tiempo y por eso a la mañana siguiente, mientras su madre estaba afuera colgando la ropa que acababa de sacar de la lavadora, quiso ir a la casa donde estaba Pilar, así que subió a la casa, cuando Luisita llegó a la casa llamó a la puerta con las manos temblando.
- ¿quién es?- dijo Pilar
- Soy Luisa, la hija de María.
- Pilar abrió asustada.
- ¿a pasado algo Luisa?-preguntó asustada.
- No, no, no te asustes. Solo venía a ver como te encontrabas hoy, que me ha dicho mi mamá que sigues muy malita.
- Anda, pasa, pasa…no te quedes en la puerta, que estoy sola, aún no ha llegado mi profesora.-le dijo Pilar muy amable.
- ¡gracias!
Al entrar a la casa, Luisita estaba asombrada de la amabilidad con la que estaba tratándola Pilar, pero es que nunca había cruzado con ella ninguna palabra. Pilar le ofreció desayunar, y desayunaron juntas. Luisita le preguntó muy entusiasmada y con mucha intriga que qué era lo que le enseñaba su profesora, y Pilar fue a su cuarto a por los libros con los que estudiaba, se los dio a Luisa para que los viese.
- ¿te gustan? Es divertido leer y empezar a hacer ejercicios de matemáticas.
Luisa no sabía como decirle que ella no sabía leer ni escribir y mucho meno hacer cuentas.
- sí, sí…son bonitos.
Al ver Pilar que Luisa se había quedado muy seria, recordó que su madre les dijo un día que le daba pena la hija pequeña de los caseros, porque no iba a poder tener una buena educación ya que sus padres solo se centraban en los hermanos mayores. Por lo que rápidamente le dijo:
- No te preocupes y no te avergüences de nada Luisa, hablaré con mi profesora y te enseñará leer, te enseñará todo lo que yo sé.
- ¿sí? ¿harías eso por mí? ¡si apenas me conoces!
- Es verdad que apenas te conozco, pero mi madre siempre me enseñó a que debía ayudar a quien lo necesitase.
- Muchas gracias Pilar, no sabré como agradecértelo.
- No hay de que, le diré a mi madre que el tiempo que tengo para ver la televisión y jugar quiero pasarlo contigo.
- ¡gracias! ¡muchas gracias!
Cuando llegó Luisita a su casa se lo comentó a su madre, ella sorprendida dijo que jamás permitiría eso, que trabajamos para ellos y no podemos hacer eso, y su padre seguro que se reiría al oírlo.
Semanas más tarde, al ver Pilar que Luisita no subía a su casa, se asustó. Por eso le dijo a su madre que por favor bajase a hablar con ellos, que seguramente le habían castigado por haber ido a verla sin permiso.
Al día siguiente la madre de Pilar cuando llegó de trabajar, bajó a hablar con María. María le dio las gracias por la preocupación pero le dijo que ellos no podían permitirse pagar las clases particulares. Por eso la madre de Pilar se tuvo que ir a casa sin ningún éxito.
Pasaron los meses y Luisa no hablaba con nadie de la casa, solo decía que por favor que le entendiesen, que era la más pequeña y que algún día quería irse fuera del pueblo, quería trabajar y ser independiente.
Llegó el día del cumpleaños de Luisa, cumplía 8 años, sus padres nunca le regalaban nada porque no podían permitírselo, pero la madre de Pilar bajó porque tenía un regalo para ella. Le regaló unos libros, sus primeros libros, para poder aprender a leer. Luisa no sabía como agradecer eso libros, su sueño se estaba haciendo realidad, iba a aprender a leer.
Todas las semanas Pilar bajaba a darle libros, para que fuese aprendiendo poquito a poco. Llegó el día en el que Luisa ya sabía leer, y ahora lo que quería era no dejar de aprender.
Pero un año más tarde algo malo sucedió, Pilar no mejoraba y su hermana ya tuvo que irse a estudiar fuera. Luisa subía muchas mañanas a jugar con Pilar, pero a la hora de las clases siempre tenía que bajar.
Viendo la madre de Pilar que su hija la única sonrisa que sacaba al día era cuando pasaba el tiempo con Luisa, ya que si no se sentía sola, esta vez bajaron a proponerle a María y Juan que por favor dejasen a Luisa dar las clases con Pilar, iba a ser totalmente gratuito, necesitaban que Pilar saliese para adelante y sabían que sería más fácil si Luisa estaba a su lado, se habían vuelto inseparables.
María y Juan se lo pensaron esta vez, pero esta vez llegaron a otra conclusión, sabían que era lo mejor para Pilar y para Luisa, ya que podría aprender lo que ellos nunca le habían podido dar.
Después de muchos meses de espera, Pilar y Luisa daban clases particulares juntas, Luisa iba más atrasada, pero la profesora le enseñaba todo lo que podía y Luisa siempre se llevaba muchas tareas a casa porque no quería dejar de aprender. Quería llegar muy lejos.
El sueño de Luisa se realizó, llegó más lejos de lo que ella había podido imaginar. Ya podía leer los prospectos de las medicinas de sus padres, podía leer las recetas de su abuela y podía realizarlas cuando su madre estaba enferma.
Su familia estaba muy orgullosa de ella, porque a pesar de estar dando clases todas las tardes y estudiar todas las noches.
Un año más tarde le ofreció la madre de Pilar trabajar como costurera, y no pudo rechazarlo. Les hacía vestidos de seda a todas las vecinas del pueblo y a las amigas de la madre de Pilar. Luisa estaba contenta por haber llegado hasta aquí, y aunque su familia no lo veía bien al principio, se dieron cuenta de que si había llegado a aprender tanto era porque ella había luchado con todas sus fuerzas para lograrlo.
El sueño de Luisa ya se había realizado, les daba todo su jornal a sus padres, y por primera vez llegó a ser la primera de la casa, ya no era la última de la familia, sino la primera. Demostró que aún siendo mujer, puede trabajar y ganar dinero para poder ayudar en casa, no eran sus hermanos los únicos que podían ayudar.
Luisa y María fueron amigas inseparables y no dejaban de dar clases para poder seguir aprendiendo y en los descansos se contaban todas sus cosas.
FIN
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