Esta es la historia de una dulce niña que nació en Nigeria, llamada Nakira.
Nakira es hija de Sofía y de Nabirye. Tiene siete hermanos, de los cuales una es niña llamada Saniba mayor que Nakira, y los cinco restantes son niños, Adbel, Eduardo, Raheem, Tobias y Pedro, siendo este último el más pequeñito.
Nabirye, su padre, falleció cuando ella solo tenía dos años, siendo su mama Sofía la que se ocupaba del sostenimiento familiar, tanto económico como educativo.
Nakira fue criada baja el brazo de una madre que le abrazaba, le contaba historias sobre su infancia y a la que quería mucho. Ella vivió muy feliz porque se encontraba querida por su madre y por su hermana Saniba, que al ser la mayor era la que trabajaba más con la madre.
Pero bajo los ojos de Nakira nacía un sueño, un sueño que crecía cada vez más convirtiéndose en una ilusión que hacía levantarse todos los días con una sonrisa. Ese sueño era poder ir a la escuela.
Cuando jugaba con sus amigas un rato al día, ya que el rato restante se lo pasaba ayudando a su madre, hablaban de la escuela, de lo divertido que podía ser y de todo lo que aprenderían en ella.
Todos los días Nakira estaba deseando que llegase el momento para poder jugar con sus amigas y hablar de la escuela.
Un día Nakira decidió hablar con su madre de su gran ilusión de asistir a la escuela. Pero tras ese día todas sus ilusiones se apagaron, ya que su madre le explicó que le era imposible sostener los gastos que ello ocasionaba y que ella era imprescindible para su trabajo.
Durante un tiempo Nakira se encontraba muy triste, ya no iba a jugar con sus amigas, ya que estas si habían tenido la suerte de poder asistir a la escuela, lo único que hacía era ayudar a su madre.
Pero un feliz día su madre le dijo que fuese a por agua y que cuando regresase le tenía una buena noticia que contar.
Nakira se apresuró mucho, regresó con un gran barreño lleno para que su madre se sintiese orgullosa de ella, a pesar de la gran carga y del gran peso que ello suponía. Allí estaba su madre junto a su hermana, quien le dijo que si todo marchaba como deseaban y haciendo un gran esfuerzo el año próximo podría asistir a la escuela, pero para ello tenía que ayudar durante todo el año mucho a su madre y a su hermana para conseguir más dinero.
Nakira lloraba de emoción, afirmó rotundamente, y le dio un enorme abrazo a su madre y a su hermana.
A partir de ese día Nakira trabajaba desmesuradamente, hacía todo sin protestar y lo más importante volvía a levantarse con una enorme sonrisa cada mañana.
Tras el paso del tiempo llegó septiembre y Nakira estaba cada vez más impaciente por que llegara su gran día. Sabía lo duro que iba a ser, ya que el colegio se situaba muy lejos de donde ella vivía y tenía que caminar durante cuatro horas para poder ir, pero a ella todo eso le daba igual, ella solo pensaba en todo lo que iba a saber el día de mañana y todo lo que le podía enseñar a su madre y hermana.
A la mañana siguiente, cuando solo quedaba una semana para ese gran día, Nakira se levantó, tan sonriente como todos y al ver a su madre sintió que algo malo estaba pasando. En efecto, su hermana estuvo toda la noche muy mala, una curandera de la zona le detectó una gran enfermedad, enfermedad que no tiene cura y que es degenerativa, el sida. Nakira tuvo que aceptar que la escuela iba a tener que esperar otro año más.
Pero desgraciadamente esa espera nunca culminó, su hermana falleció a las dos semanas y ella tuvo que quedarse con su madre para ayudarla en el trabajo.
Hoy día, Nakira tiene veinte años, añora el no haber cumplido nunca su sueño, no haberle podido explicar todas sus enseñanzas a su madre pero sabe que no tuvo ocasión, y lo que es más importante no ha podido educarse para poder tener un buen trabajo y poder ganar dinero.
NOMBRE: ISABEL MARÍA ALVAREZ MELLADO
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